Pero es que en los concejos de Ribadedeva, Peñamellera Baja, Amieva y Peñamellera Alta, en los que se celebraron un total de siete cacerías, lo único que cosecharon los discípulos de San Huberto fueron importantes mojaduras, como si se hubieran precipitado en el río.
Ahora bien, la relación entre la lluvia y la caza está sujeta a normas y las legislaciones de los países y sus comunidades, que se copian literalmente unos a otros, vienen a disponer que «queda prohibido cazar cuando por niebla, lluvia, nieve, humo u otras causas, se reduzca la visibilidad de tal forma que se vea mermada la posibilidad de defensa de las piezas de caza o pueda resultar peligroso para las personas o bienes. En todo caso, se prohibe cazar cuando la visibilidad de los tiradores sea inferior a 250 metros».
Otra cuestión no menos importante a tener en cuenta después de una montería con lluvia, hace referencia a la limpieza del arma. Cualquier armero advierte de que «tras una jornada de caza con lluvia, debemos de ser capaces de desmontar el arma para proceder a un secado de la madera y a una limpieza a fondo de las partes metálicas». Como decía un experto en balística, «la pereza acaba siendo enemigo de la precisión». De no menos consideración es la ropa que se utilice. Un pantalón y una chaqueta chorreando agua, además de incómodo, resulta el camino más corto para agarrar un resfriado. Un buen pantalón de caza tiene que transmitir la sensación de que no existe y de que es resistente a los roces y el agua.
No hay comentarios:
Publicar un comentario