Heredó la afición de la caza de su padre y ahora es la primera mujer socio de la Asociación de Cazadores El Rebeco de Cabañaquinta, que gestiona el coto de caza de Aller.
Sigue siendo poco frecuente, aunque cada vez menos, ver a una mujer cazadora en una cuadrilla de hombres. Sin embargo, para Carla Antuña, natural de El Entrego, practicar la caza es algo natural “porque lo llevo en la sangre”. Lo heredó de su padre, un reputado cazador. “Lo viví desde pequeña. Era un retaco y me acuerdo cuando llegaba mi padre con la cuadrilla de cazadores. Siempre me gustó ese ambiente, la naturaleza, los animales. Lo tienes que llevar en la sangre porque mis hermanas también lo vivieron y, aunque les gusta la naturaleza, ellas no cazan”.
Carla comenzó a ir de caza cuando tenía 12 años. Con 14 ya tenía licencia de armas y desde entonces caza. Con 27 años ya es una cazadora experimentada que ha disfrutado de su afición favorita en los terrenos de la Sociedad Astur de Caza y en los cotos de caza de Mieres y Lena. Precisamente, en este coto cazó haste el año pasado “pero mi padre murió, pasaron cosas en la cuadrilla que no me gustaron y cambié a la cuadrilla en la que estoy ahora y donde está mi futuro marido”. Y es que Carla se va a casar el próximo mes.
Con estudios de FP en Administración y Finanzas, la vida de Carla dio un vuelco cuando preparó en una academia y aprobó el ingreso como guarda en el coto de caza de Langreo, donde trabaja desde hace dos años.
En la asociación El Rebeco está encantada “porque es gente joven, muy activa y muy amables”. Su ingreso como socio en esta asociación, como ella misma reconoce, es todo un acontecimiento. “Me comentaron que en la zona de Cabañauinta era muy raro ver mujeres y en la cuadrilla en la que yo voy a montear, la de David el de la Pola, no estaban muy acostumbrados”. Y eso que se trata de una asociación con más de 30 años de vida y que tiene 470 socios. Un asociación en la que el ejemplo de Carla será seguido próximamente por Aida y Lidia, dos chicas alleranas que han asegurado que se harán también socias.
Carla explica que cada vez son más numerosas las mujeres que practican la caza. Ella dice que conoce a “unas 30 mujeres” a las que les gusta ir con una escopeta a practicar la caza mayor en el monte. Ella es testigo de que en el coto de Langreo, donde trabaja “hay dos chicas que son socios y cada vez vienen más mujeres en las jornadas que se hacen para promocionar la caza”.
Para ella la caza es “una forma de control cinegético y es compatible con que te gusten los animales. Por cazarlos no somos asesinos ni maltratadotes de animales”.
Para Carla, cazar es una afición apasionante en la que “me gusta relacionarte con las personas, estar en la naturaleza, ver los lances en el puesto, si te sale o no la pieza y es emocionante cuando estás monteando que los perros levanten el rastro”.
Esta joven entreguina, además de pionera, anima a otras mujeres a hacerse cazadoras, una actividad que fomenta la peña de cazadoras asturianas “Punto de mira femenino”, de la que forma parte.
Sigue siendo poco frecuente, aunque cada vez menos, ver a una mujer cazadora en una cuadrilla de hombres. Sin embargo, para Carla Antuña, natural de El Entrego, practicar la caza es algo natural “porque lo llevo en la sangre”. Lo heredó de su padre, un reputado cazador. “Lo viví desde pequeña. Era un retaco y me acuerdo cuando llegaba mi padre con la cuadrilla de cazadores. Siempre me gustó ese ambiente, la naturaleza, los animales. Lo tienes que llevar en la sangre porque mis hermanas también lo vivieron y, aunque les gusta la naturaleza, ellas no cazan”.
Carla comenzó a ir de caza cuando tenía 12 años. Con 14 ya tenía licencia de armas y desde entonces caza. Con 27 años ya es una cazadora experimentada que ha disfrutado de su afición favorita en los terrenos de la Sociedad Astur de Caza y en los cotos de caza de Mieres y Lena. Precisamente, en este coto cazó haste el año pasado “pero mi padre murió, pasaron cosas en la cuadrilla que no me gustaron y cambié a la cuadrilla en la que estoy ahora y donde está mi futuro marido”. Y es que Carla se va a casar el próximo mes.
Con estudios de FP en Administración y Finanzas, la vida de Carla dio un vuelco cuando preparó en una academia y aprobó el ingreso como guarda en el coto de caza de Langreo, donde trabaja desde hace dos años.
En la asociación El Rebeco está encantada “porque es gente joven, muy activa y muy amables”. Su ingreso como socio en esta asociación, como ella misma reconoce, es todo un acontecimiento. “Me comentaron que en la zona de Cabañauinta era muy raro ver mujeres y en la cuadrilla en la que yo voy a montear, la de David el de la Pola, no estaban muy acostumbrados”. Y eso que se trata de una asociación con más de 30 años de vida y que tiene 470 socios. Un asociación en la que el ejemplo de Carla será seguido próximamente por Aida y Lidia, dos chicas alleranas que han asegurado que se harán también socias.
Carla explica que cada vez son más numerosas las mujeres que practican la caza. Ella dice que conoce a “unas 30 mujeres” a las que les gusta ir con una escopeta a practicar la caza mayor en el monte. Ella es testigo de que en el coto de Langreo, donde trabaja “hay dos chicas que son socios y cada vez vienen más mujeres en las jornadas que se hacen para promocionar la caza”.
Para ella la caza es “una forma de control cinegético y es compatible con que te gusten los animales. Por cazarlos no somos asesinos ni maltratadotes de animales”.
Para Carla, cazar es una afición apasionante en la que “me gusta relacionarte con las personas, estar en la naturaleza, ver los lances en el puesto, si te sale o no la pieza y es emocionante cuando estás monteando que los perros levanten el rastro”.
Esta joven entreguina, además de pionera, anima a otras mujeres a hacerse cazadoras, una actividad que fomenta la peña de cazadoras asturianas “Punto de mira femenino”, de la que forma parte.
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